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domingo, 9 de noviembre de 2008

Etapa 4 · Casa de Pablo - Fábrica de Orbaiceta · 1 jul 07

 Sin estirar, salimos andando y ya dudamos al no encontrar las marcas. Jesús por un lado. Yo por otro. Elena nos había dicho que justo detrás de su edificio se iniciaba el camino recto hacia arriba.  
 Jesús, subiendo el primer repecho desde Casa Pablo
 Efectivamente, el camino sigue una línea recta subiendo y vamos encontrando las marcas. 
Al rato aparece una valla de alambre a nuestra derecha y ya no la dejamos. Hay puestos de palomas que van apareciendo como estructuras fantasmas entre la niebla, que ya no nos abandonará hasta pasado el collado de Arbilleta.

                       

Yo, en el mismo repecho
                                        


                                                  Las nieblas nos acompañan



 Vamos subiendo entre nieblas y Jesús en plena terapia va superando paso a paso su miedo a estas nubes bajas que no nos dejan orientarnos. No vemos ni a donde vamos ni de donde venimos. Con tanta humedad el sudor nos cae a chorros mientras vamos cogiendo altura siguiendo la valla de alambre.
 No se ve donde estamos pero en la valla aparece una puerta que traspasamos –así lo dice nuestra guía- porque suponemos que es esa nuestra puerta. Yo me separo un poco entre la niebla para eliminar residuos y Jesús me espera al otro lado ya, curándose de su rollo con las nieblas. Luego me diría que lo pasó mal esperándome.

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 Camino de Aurizt
                                      
Aparece una pista que ya nos baja muy cómodamente hasta Auritz/Burguete



Caminar al sol nos devuelve el optimismo después de unas cuantas horas entre la niebla.


Llegamos a Auritz.

  
                                     Un par de bocadillos cada uno y Jesús se cura sus pies. Recibe ánimos de María Ángeles desde Barcelona para continuar. Con las botas apretándole los dedos no deja de sufrir. Pensamos en cambiar botas por zapatillas cuando el camino lo permita.

 Dejamos Auritz y siguiendo el plano yo me voy por donde no hay marcas.          

Buscando las señales del gr ...
El sítio es muy bonito
 Se pierden la señales del Gr. 
Volvemos y tomamos uno más ancho donde aparecen algunas de vez en cuando. Y claro, la que nos saca de esa pista no la vemos y la seguimos durante una hora. 
 Llegamos a una bifurcación de la pista y hay nos quedamos parados. No sabemos por donde seguir y no se ven señales. 
Por la pista que nos llega de frente, pasando un arroyo, baja una muchacha y nos dice que vamos hacía el Lindus (al noroeste) cuando nosotros deberíamos ir hacia Orreaga/ Roncesvalles -hacia el noreste. Despiste total. 
 Si hubiésemos seguido la carretera desde Auritz habríamos cogido un camino que camina cerca de ella y que nos lleva más rápido a Orreaga. Pero bueno, estamos en medio del monte y hay que rectificar. 
 Mientras estamos parados dudando que hacer aparecen Javier y Asu que con sus GPS están midiendo caminos para proceder después a marcarlos. Nos explican lo que pasa en Navarra. 
 Los caminos están descatalogados, efectivamente, como vimos en unos carteles en la primera etapa, y seguirán descatalogados mientras no se aporte desde las instituciones, desde el gobierno de Navarra, los fondos necesarios para su marcaje, cuidado y conservación. Nos explican que llevan años sin recibir esos fondos por problemas de falta de entendimiento entre las distintas partes interesadas. Por un lado los que sueltan las pelas y por otro los que hacen el trabajo. Parece ser que ya ha habido acuerdo y los de “a pie” vamos a dejar de perdernos. Los del GR 12 se dejarán de perder este año (2007) y los del GR 11 dejarán de perderse en el 2008, que va a ser cuando se dediquen a pintarlo.
 Javier y Asu, con su perro, caminan junto a nosotros explicándonos todo esto y sacándonos de nuestro estado de pérdida. Nos acompañarían hasta el monasterio de Roncesvalles y hasta la continuación del camino que deja el monasterio y sube al puerto de Ibañeta, ya por GR 11. Jesús lo sigue pasando mal con sus pies. Se le pasa por la cabeza abandonar como luego me confesaría.
Toda la soledad que habíamos traído hasta aquí, de repente se transforma en un camino bullicioso en el que no paras de saludar a gente. Son los peregrinos con los que nos cruzamos y nos saludamos con el “buen camino”. Son gente que viene de Francia. Vienen muy contentos y todos saludan con sonrisas.         Ellos bajan y nosotros subimos al collado de Ibañeta donde una ermita cerrada nos protege con sus paredes para comer algo.
 Una pista de cemento que se va alternando con el camino nos espera hasta llegar al collado de Lepoeder.
Pista a Lepoeder

Peregrinos en la pista a Lepoeder

  Nos rodea la niebla en todo el recorrido y a veces parece que se abre para después volver con más intensidad. Jesús ya está curado de sus miedos a encontrarse encerrado entre las nubes y sube feliz. Solo le preocupan sus dedos de los pies. Las uñas se le amoratan y las va perdiendo. Pierde cinco uñas en todo el recorrido.



Dejamos el collado de Lepoder algún peregrino nos pregunta por donde es, cuanto queda y cosas así. Yo ya me siento dueño del camino, creía que lo peor ya estaba hecho y no era así. Dejamos a la izquierda el Astobizkar. Los grupos de gente con los que nos cruzamos van apareciendo de repente entre la niebla.

 Bordeamos el Txangoa por el norte por un camino a veces empantanado en el que las hojas caídas de las hayas forman un barro en el que nos hundimos en algunos lugares.  
 Seguimos cruzándonos con peregrinos de distintas nacionalidades. 
 Tenemos que parar a comer y nos subimos encima de unas hayas caídas aprovechando que no llueve.



El collado que forma el Txangoa y el Leitzarateka, a donde llegamos, esta cubierto totalmente por la niebla. 

No se ve nada.


 Estamos justamente en la frontera con Francia. Seguimos la valla de alambre que llevamos a la derecha, según nos dice la guía, y aunque un poco preocupados vamos caminando porque vamos por una pista que a veces ya tenemos problemas en reconocerla. Llega un momento en que la pista se pierde entre la hierba, la valla de alambre se va a la derecha de la dirección que traíamos y no sabemos por donde dejarnos caer, porque el collado se acaba y hay que tomar una dirección para bajar. Aparecen otras marcas de otros colores. Son azules. 
 La Alta Ruta Pirenaica anda por ahí. 
 Oímos ruidos de maquinaria y nos parece que a lo lejos hay alguien con un tractor. Dudamos entre ir a preguntar o seguir, cuando de repente entre la niebla aparecen las luces de un coche. Es un R4, alucinamos, viene por la pista por donde veníamos nosotros. Era un campesino francés que se acercaba a donde estaba el otro trabajando y al preguntarle él no entendía pero si que capto lo de Orbaiceta y con la mano nos señalo la dirección. 
Fue suficiente.
Maldecimos a los responsables de que el camino no estuviese en condiciones y empezamos a descender en esa dirección encontrando enseguida unas marcas de rueda en la hierba que se iban fortaleciendo hasta aparecer una pista. Aquí ya encontramos marcas blancas y rojas y nos fuimos recomponiendo moralmente mientras bajamos y la niebla desaparecía. Aparecía un nuevo peligro si las marcas desaparecían entre la hierba. Era el bosque. No fue así.
Una larga caminata nos baja hasta la fábrica de armas de Orbaiceta y allí unos trabajadores nos dicen el camino más rápido para llegar al Hostal. 
 El hombre que nos atendió nos dice que el teléfono que llevamos es al antiguo de su padre de un hostal de Orbaiceta que ya ni existe. Unas cervezas en la barra y nos subimos a nuestras camas. 
En la parte de arriba, abuhardillada, hay como unas diez camas, cinco a cada lado de un ancho pasillo que va dejando las camas a ambos lados tapadas por cortinas y al fondo los lavabos y las duchas. Se acababa de ir un grupo de muchachos y estamos solos. 
Una cena muy buena que no podemos acabar y nos dejan colocado el desayuno en termos para salir pronto a la mañana siguiente.

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